La noche de
marzo como un pulpo sediento, abrazaba el casco urbano de Santo Cristo, solo
una calle de luna se abría desde el Lago Negro hasta la frontera del terraplén.
Violeta giró
la llave y entró a la vieja casona de Pringles y Lavalle amparada por las
sombras nocturnas de los eucaliptos. En su mano traía Anna Karenina de Tolstoi.
Martín
escuchó su respiración agitada y se quedó esperando sin emitir una palabra.
Primero un chasquido en la cerradura, los pasos ingrávidos, una tenue e
imperceptible brisa fresca y finalmente el cuerpo de Violeta se hizo presente
en la sala living.
Violeta, al
pasar por el recinto de entrada, un cuarto breve y lúgubre, extendió la mano y
apoyó el libro en la biblioteca empotrada sobre la pared. Atravesó la penumbra
caminando con sus piernas flacas y firmes hasta el living, una espaciosa
habitación con una hermosa estufa hogar donde estaba el Cuervo. Entre esas
sombras, extrañada y alegre, al ver a su amigo lo abrazó.
—Buenas
noches compañera, estamos con Iván compartiendo una ginebra y pensando la
revolución. Dijo animado Martín sonriendo suavemente, abrigador y cómplice.
—Veo que la
patrulla otra vez no ha podido atraparte. Gritó Iván desde la cocina mientras
abría otra botella.
Martín
arrimó una silla y otro vaso. Una bruma nacía desde las baldosas húmedas del
living, se gestaba como el vapor de una fauce infernal. Violeta con un gesto indicó a Iván el
terrible que llenara el vaso.
-Con mucho
hielo y limón. Agregó.
Las miradas
de Violeta e Iván se congelaron entre el fuego de la estufa hogar, quedaron así
sorprendidas en un instante por siempre, como un fotograma del eterno retorno.
Un gesto, un abrigo en el hielo de la eternidad.
Pero Iván,
siempre era ese terrible Iván.
—Disculpe
compañera si tengo olor a pedo, pero a la tarde pasé por la oficina de empleo y
me atacó Festina Lagorbe. Y se rieron.
Violeta
quedó atrapada entre la sonrisa, la niebla y el pedo imaginario de Festina
Lagorbe, la oscura funcionaria del palacio municipal, famosa por sus gases
intestinales.
Se sentaron
frente al fuego, en silencio, alzaban levemente los vasos que adormecían los
labios y animaban las lenguas.
—¿Por qué no
hay historia de la dictadura en Santo Cristo? —Disparó Martín.
—¿De esta
dictadura o de la otra? —Se sobresaltó Iván, dando un saltito en la silla.
—De ninguna
de las dos —observó Violeta. - La historia en Santo Cristo es solo una
linealidad de recuerdos cocidos por el poder, donde ellos deciden lo que ha
sucedido. Ese poder mezquino, conservador, violento se esconde en las fachadas
higiénicas de los apellidos y lazos de sangre que nos dominan.
—Claro, si
acá no hubo funcionarios de la dictadura, acá no pasó nada. Expresó con ácida
ironía Martín.
Y continuó:
- Lo
reafirman políticamente el Intendente, los funcionarios, las instituciones
educativas con sus mensajes subliminales como una propaganda de Coca Cola,
Miranda, Honoroso padre y Sixto Vertetta y todas las sociedades vampiras que te
sujetan los pensamientos desde que nacés en este pueblo de mierda. Señaló
mientras toma un largo sorbo de ginebra.
—Los pibes
en la escuela escuchan relatos de heroicos triunfos militares, de supuestos
héroes que concretaron nuestra patria, de himnos sublimes, de veneno para las
ideas. Mentiras, mierda para su rutina,
la patria es de los otros, no la
nuestra, nosotros somos basura. Se exaltó el terrible.
—Violeta
querida, ser una mitómana profesional lleva tiempo de agusanamiento —dijo
Martín riéndose.
—El otro día
le dieron una placa honorífica a la directora de mi escuela primaria, Zulma
Prieklein, una vieja nazi y violenta que se cansó de repetirme que era un
inútil. ¡¡¡Le hicieron un homenaje!!! —recordó Iván a los gritos.
—Bueno
querido Iván, por lo menos le puso ganas, estaba convencida de algo, de tu
inutilidad para el sistema y no sufrió como nuestra amiga —Opinó irónico Martín
mientras mordía un gajo de limón.
—Parece que
la compañera Violeta es una docente de vocación —Lanzó Iván con una risotada.
- Brindo por
el fin del adoctrinamiento y la sumisión, levantemos la copa de la derrota, de
las revoluciones inútiles, del genocidio del pensamiento.
Violeta se
enroscó en la silla mientras miraba las llamas encendidas.
- Debemos
redimirnos, ir al rescate del pasado desde la conciencia de nuestro presente.
Bucear en la dictadura y romper el cerco de silencio de sus cómplices. El virus
y la muerte que nos arrasa puede abrir una brecha, puede partir el cerco.
Martín explicó
—La
educación es conservadora del poder de turno, por ahí no es el camino —Opinó
Iván, escupiendo al fuego un carozo de aceituna.
-Los amos se
quedaron con los respiradores, si nosotros caemos nos morimos sin pena ni
gloria.
—El camino
se construye compañero, de estos cerdos no podemos esperar más que nuestra
sumisión y pobreza. Sin embargo puede ser que la pandemia modifique la
situación de algún modo —improvisó Violeta.
Violeta
tenía una voz suave, aterciopelada, dulce, que acompañaba con los gestos firmes
de sus manos sobrevolando como palomas. Sus ideales la rescataban de la
cotidianeidad de un pueblo que le amargaba la sangre día a día.
El cielo
raso de machimbre mohoso emanaba un olor putrefacto. Los ventanales enrejados
dejaban ver en diagonal, sobre los pastos del baldío lindero, una calle
polvorienta bañada por un trémulo rocío.
—¿Entonces,
estimada amiga, vos pensás que ser maestra es ser ese dios que les rebela la
verdad, para que se la traguen, para que se lustren las diferencias? ¿Una
extensión de la ley divina, de la voz de los intendentes como este monstruo de
turno? —preguntó Martín.
—Es peor, es
ser un instrumento de las razones del poder. Una cómplice. Un objeto de esas
mierdas. Dijo señalando hacia el reloj del palacio municipal desenroscándose de
la silla una Violeta que se enardecía al pensar en tipos como el Intendente o
Vertetta líder de la oposición. Ambos cómplices de la dictadura permanente.
Martín la
auscultó desde la mecedora mientras Iván servía una y otra vez la transparente
ginebra.
—¿Te sentís
una cómplice? Yo diría que podrías ser una espía, de las buenas.
—Me
olvidaba, la vieja Zulma llorando en el micrófono le agradeció a Vertetta por
el apoyo en esos tiempos difíciles donde se chuparon dos maestras, las metieron
en un Falcon a la madrugada y desde la comisaría siguieron a la desaparición en
el pozo de Banfield. Ese viejo inmundo
le dio un subsidio, después en democracia, que se afanaron a medias. Y Miranda
aplaudía con la peluquera al lado cuando lo subían a Vertetta al escenario en
sillita de oro los alcahuetes de Esmerado y Panza —continuó Iván siempre casi a
los gritos.
Violeta tomó
el vaso de ginebra, lo levantó lo más alto que podía y gritó: ¡¡Viva la
revolución entonces!! La imposible, la de los imbéciles, la que ya hemos
perdido.
—¡¡Viva!!
—gritaron eufóricos Iván y Martín con una alegría insensata, desbordada,
estúpida, fugaz y extrema.
Todo se
acepta porque lo demás no vale la pena, eso enseño en las aulas del horror, y
los pibes obedientes y temerosos aprenden sus límites, sus coordenadas —gritaba
borracha Violeta.
El
alcohol barnizaba la noche, pintaba las
miserias de esperanzas y las cobardías heredadas de posibles arengas a un
destino.
Violeta se
sentó, los miró, observó la esperanza sospechosa y preguntó:
—Saben cuál
es mi duda ¿Qué es lo que me lleva a poner tanto énfasis en la mentira?,
—Lo que te
sucede, amiga querida, es el agusanamiento. Pero te vas a salvar, con la
muerte. Gritó nuevamente Iván y estallaron en carcajadas.
Violeta
piensa en las palabras de eficaz sometimiento repetidas en cada acto educativo,
en cada festejo municipal. En el timbre que suena y rompe la tensa inmovilidad
del aula, en la doble hoja de la dirección donde surge la nívea y gigante
humanidad de la directora con un retrato del intendente sobre el escritorio que
los observa. Se piensa en el pasillo que da salida al establecimiento, abriendo
la puerta y saliendo, suspirando, retorciéndose. Sonriendo. Y siente un asco
inmensurable en sus tripas revueltas
Retorna a la
noche, ahora impregnada en un dulce humo, en los porros encendidos, en risas,
en pensamientos. Violeta sonríe, ahora de verdad, mirando a un Iván locuaz y
eléctrico, a un Martín que escucha agazapado desde sus sombras de cuervo. Y
siente en si misma, la libertad.
Santo Cristo
los había aplastado, eran jóvenes pero llenos de gusanos devorándolos. Un
pueblo que se parece a todos esos pueblos de la conquista, en creerse distintos
y ser iguales.
Iván pensó
en Mondon corriéndolos con un curabichera por la calle San Martín. Entonces
lanzó una larga carcajada al imaginarse vomitando a sus gusanos como un perro
putrefacto sobre la acera y a los obedientes vecinos desesperados, lanzándose
al suelo para masticarlos y devorarlos.
La dictadura
aún está ahí, en nosotros, invisible, eficaz, pretendiéndose absoluta en
nuestras pesadillas, como un hilo que une la historia de los vencidos.
Glosario
-El
Intendente. Septagenario dirigente radical ultra liberal.Hijo y nieto de
intendentes radicales de gobiernos democráticos y de facto.
-“Momo”
Mondon. Docente. Anarquista. Lider y creador de la Logia Mondon.
- Iván “El Terrible” Bermudez. Desocupado.Anarquista.
Miembro de la Logia Mondon. Fanático del realismo Ruso y del Trashmetal.
-Violeta
Céspedes. Docente. Dirigente Gremial. Poeta. Soñadora.
-Sixto
Vertetta. Líder Panperonista. Eterno candidato a la intendencia a la que dice
querer volver pero a la que nunca accedió. Máximo referente del movimiento
Adolfoalsinense “Juntos por el General”. Casado con Amanda Dulce con quién
tiene seis hijos miembros del Clan Vertetta.
N.M.A.C