en las inmediaciones
de la inutilidad,
del gesto perplejo ante lo incomprensible
de esta subsistencia
arraigada en la inmediatez de todos los días,
en la risa y el desprecio ante los
crédulos
de este idiota que
quiere y que no quiere.
Porqué permanecer,
para qué permanecer,
por quién permanecer
permanecer solo con ácido en las tripas,
algunos amigos estúpidos y perversos,
alguna mujer que llora mientras la apalean,
y poco más que unos clavos mal dispuestos a reventarme las muñecas
¿A qué, para qué?
Mentira, son los riesgos de un pensar desesperado,
en riesgo de prender ante cualquier Hitler que pase al galope.
La vida sin trascendencia.
Acá, así estamos, los que quedamos,
haciendo muecas,
perdonándonos con Freud o una cruz,
llorando por
nuestras madres
pudriéndonos,
riéndonos a estertores frente a cadáveres,
masticando carne,
vomitando sangre mientras todo se derrumba.
N.M.A.C.
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